17 de abril de 2011

Fotografía obrera de entreguerras

"¡Cualquiera puede fotografiar!" Bajo ese lema se publicó uno de los números de la revista Der Arbeiter-Fotograf, animando a que culquiera se lanzara a denunciar con sus fotografías la realidad miserable de la clase trabajadora alemana en la época de Weimar. Edwin Hoernle, uno de los más activos exponentes de la fotografía obrera alemana, escribió:
"Debemos proclamar la realidad proletaria en toda su repugnante fealdad, con su denuncia a la sociedad y su exigencia de venganza [...] Debemos presentar las cosas como son, con una luz dura, sin compasión."
De esta cita toma su título -Una luz dura, sin compasión- la interesantísima exposición de fotografía que ofrece el Museo Reina Sofía esta primavera.

 
El tema de la muestra es la corriente de fotografía obrera de carácter amateur que nace tras una convocatoria lanzada por la revista comunista alemana AIZ. En ella se instaba a fotógrafos aficionados a enviar aquellos trabajos cuya temática tratara acerca de la vida diaria de los obreros, el trabajo en las fábricas y la denuncia de las condiciones sociales. Paralelamente a la labor de AIZ y Der Arbeiter-Fotograf en alemania, en la Unión Soviética Mikhail Koltsov promovía la publicación Sovetskoe foto y el movimiento amateur organizado.

Es en esta última donde aparece publicada la serie sobre la familia Filipov, "24 horas en la vida de una familia obrera de Moscú", obra de los fotógrafos Alpert, Shaikhet y Semion Tules. El reportaje quería incidir en los beneficios de la revolución soviética y mostraba a los miembros de la familia Filipov en diversas situaciones cotidianas en las que se hacía hincapié en el nivel de desarrollo y bienestar del que gozaba el proletariado ruso. 

El diálogo entre la revista soviética y las alemanas fue constante, los reportajes de una aparecían en las otras y viceversa. El de la familia Filipov tuvo su reflejo en otro realizado por fotógrafos alemanes para AIZ bajo el título de "Los Filipov alemanes". Sin embargo, si aquel tenía un caracter ensalzador del régimen, el alemán, en cambio, venía a incidir en las paupérrimas condiciones de la clase trabajadora en alemania. 

El movimiento se extendería posteriormente a diversos países como Suiza, la República Checa, Hungría o Estados Unidos hasta el último gran episodio de la fotografía proletaria: la Guerra Civil española. 

Así, la muestra del Reina Sofía se torna en una cita inenudible para todo amante de la fotografía pues ofrece un recorrido impagable por la época dorada de la fotografía social y de denuncia apoyado, además, por documentales cinematográficos y numerosos ejemplares de revistas.

Aparte de la indudable calidad artística de las fotografías, resulta muy interesante reflexionar sobre el poder propagandístico de la fotografía. Mientras el régimen soviético apoyaba esta práctica fotográfica que incidía en las bondades del stalinismo, se estaba llevando a cabo  una deskukalización masiva  por toda la Unión Soviética que daría lugar a la muerte de millares de campesinos por  inanición (lo cuenta admirablemente Vassili Grossman en su recomendabilísima Todo fluye).  Y, más adelante, fue el mismo régimen el que desplazó la práctica de la fotografía amateur hacia profesionales temeroso de que se ofreciera una imagen negativa del estado soviético mostrando los estragos de la colectivización.

Sobre este poder propagandístico de la fotografía ya hablamos aquí a propósito de la muestra sobre Dorothea Lange en el post Dos exposiciones más o menos decepcionantes. Y es que, aunque no entra dentro de esta exposición, existen muchas conexiones entre el uso de la imagen de estos fotógrafos animados por la estrategia propagandística de la Internacional Comunista y el que realizan Dorothea Lange y el resto de fotógrafos que, a sueldo de la política del New Deal, recorrían los Estados Unidos en la misma época plasmando su testimonio sobre los estragos que la gran depresión había causado en el sector más vulnerable de la clase trabajadora americana.

Una exposición, esta del Reina Sofía, que no deberían perderse esta primavera. Como tampoco deberían dejar de leer a Grossman. Comiencen por Todo fluye si no se atreven con Vida y destino, pero hagan el esfuerzo. No se arrepentirán. Sean curiosos y felices ;-)

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