9 de abril de 2011

¿Bachillerato de la excelencia?

La última propuesta educativa de la Comunidad de Madrid consiste en la creación de un instituto con un Bachillerato especial adaptado para los alumnos con mayor excelencia, sea lo que sea que quiere decir eso. Puede ser una idea electoralista, pero no es nueva: por lo visto, el PSOE hace tiempo que andaba estudiando propuestas parecidas. 

A mí, nada más oírlo, me pareció la última barbaridad de nuestra clase política, poco dada a la reflexión y muy proclive al golpe de efecto facilón que proporciona abundantes titulares de prensa. Pero, para mi sorpresa, me he encontrado con una corriente muy favorable en la opinión pública. Por cuestiones personales que no voy a detallar aquí, es un tema que me toca muy de cerca y que, por tanto, me indigna sobremanera, por lo que voy a tratar de explicar por qué me parece una barbaridad, incluso en el caso de que su origen estuviera en un bienintencionado intento por solucionar los problemas educativos. Son tantos los peros que no sé ni por dónde empezar. Por eso les recomiendo la lectura del post De la excelencia del blog Eso de la ESO, donde se dan una buena lista de argumentos con los que coincido plenamente. Como suscribo punto por punto todos los anteriores, me voy a limitar a añadir o completar aquellos que no están tratados.

Suponer que en Madrid sólo existen 50 alumnos excelentes me parece una temeridad. Y, si lo que se pretende es recoger únicamente a los 50 mejores, algo así como un catálogo de pequeños Einsteins con cocientes de 150 o más, me temo que en muchos casos llegan tarde: gran parte de estos alumnos hace años que se aburrieron (en los primeros cursos de Primaria seguramente) y es posible que se dediquen "a vivir de las rentas" sacando notas medianitas sin tocar un solo libro mientras gastan su esfuerzo y su tiempo en asuntos más enriquecedores para ellos. 

Además, como premio para esa excelencia, los vamos a sacar de su centro y su entorno, los vamos a separar de sus amigos justo en Bachillerato, justo cuando los compañeros que les rodean están comenzando a alcanzar unos niveles de madurez que empiezan a hacer posible el entendimiento mutuo. Ese chaval "excelente" que en segundo de Primaria buscaba desesperadamente la compañía de adultos con los que conversar de determinados temas ahora empieza a tener compañeros casi adultos como él y entonces nos lo llevamos a otro centro, a que vuelva a comenzar a establecer relaciones personales desde cero. Bonita manera de premiarle. ¿O es que acaso alguien está sugeriendo que estos "excelentes" son una panda de frikis asociales e incomprendidos incapaces de tener amigos en sus centros?

Y, claro está, esperemos que el "excelente" sea hijo único, porque no alcanzo a imaginar los problemas familiares suscitados ante ese hermano "mediocre" que no ha logrado llegar al centro excelente porque no logra más que obtener 9 tras 9 en el instituto.

Bien, ya tenemos a nuestro "excelente" rodeados de "excelentes" en su nuevo instituto. ¿Qué va a pasar con el menos excelente de todos ellos? Porque es evidente que en todo grupo de gente siempre hay alguien mejor y alguien peor. No alcanzo a imaginar cómo va a digerir alguien acostumbrado a ser el mejor de la clase encontrarse con que de repente es el último, el objeto de las burlas del resto. ¿Y el más excelente de los excelentes? ¿Habrá alguien que logre algún día enseñarle algo de humildad? 

¿Y quién va a dar clase a esos alumnos? Ya pueden tener cuidado en escoger cuidadosamente a los profesores porque no hay nada más difícil de manejar que un alumno que sabe más que el profesor. En el colegio en el que trabajé había un alumno sobredotado al que habían adelantado de curso. Ningún profesor sabía manejarlo y todos veían como ataques las preguntas del alumno. Y seguro que acabaron siéndolo tras meses de preguntas sinceras que eran recibidas, que no respondidas, con hostilidad y a la defensiva. 

¿Y cuando acaben el Bachillerato? Esos alumnos que han vivido dos años en un mar de excelencia y brillantez tendrán que reintegrarse a la mediocre vida real, a universidades repletas de personas "normales", con profesores para los que volverán a ser un número. Y, salvo que acaben trabajando ellos solos en un despacho elucubrando complejas teorías sin colaborar con nadie más, tendrán un problema serio a la hora de integrarse en un entorno laboral cualquiera. Olvídense de que estas "élites" sean capaces de dirigir grupos, de ejercer liderazgo, de enseñar y transmitir su conocimiento a su equipo. Cuánto talento desperdiciado por haber sido mal encauzado. Trabajar y colaborar con el que es más mediocre que uno es difícil, muy difícil, y debe aprenderse. Es muy complicado no ser condescendiente, e incluso intolerante, cuando tu compañero de trabajo desconoce algo que tú consideras trivial, cuando no responde con la misma eficacia que esperas. 

Suponer que un alumno que es brillante en las materias académicas no tiene nada que aprender del resto me parece una osadía. La superación personal, el trabajo en equipo, la empatía, la comunicación... son tantas cosas las que se aprenden en un aula más allá de lo académico. Y no se engañen: son tan importantes como la física. La falta alguno de ellos influye enormemente en el desempeño profesional salvo que hablemos de uno de eso empleos solipsistas para genios que debe tener alguno en mente. 

Claro que hay que atender a los mejores alumnos. Claro que es triste y terrible que haya gente que disimule todo lo que sabe para parecer más ignorante y no destacar -qué me van a contar a mí-. Pero estas medidas, lejos de ayudar, empeoran la aceptación social de esas personas. Pongamos más medios, más profesores para que los grupos sean más reducidos y cada uno pueda recibir la atención que merece; más profesores para que se puedan hacer desdobles y grupos flexibles. Instauremos una promoción horizontal real de los docentes de forma que se les remunere adecuadamente por iniciativas tales como montar un grupo de teatro, organizar una liga deportiva escolar, editar una revista en el instituto, crear un grupo de trabajo para las olimpiadas matemáticas... actividades todas ellas que a día de hoy dependen del voluntarismo y la vocación de los profesores y que, en muchos casos, ni siquiera les supone ganar puntos para los concursos de traslados (no hablemos ya de dinero extra). Hagamos una reforma profunda y seria de la educación, pero esta vez consensuada, duradera y centrada en lo esencial. No es que debates como el de la Religión o la asignatura de Educación para la ciudadanía no sean importantes, pero son secundarios y me parece bastante triste que cada vez que se plantea una reforma educativa sean estos temas trasversales los que secuestran el debate dejando apartadas del foco de atención las cuestiones esenciales.

Actualmente existe un programa para alumnos sobredotados en la Comunidad de Madrid. Se realiza en horas extraescolares y conozco gente que participa en él. Me hablaron el otro día del proyecto y me pareció algo precioso en lo que colaborar. Pero los medios son paupérrimos, la dotación económica para los docentes que participan en él (fuera de horario laboral: tardes entre semana y sábados) es casi simbólica y se les obliga a rellenar toneladas de informes burocráticos de seguimiento. Conozco a una persona que ha dejado el programa, pese a estar encantada por la experiencia y el trato con los chicos, por miedo a que toda esa tonelada de información extraída de los chicos que le obligaban a aportar fuera usada mal. 

Porque el punto fundamental aquí es qué espera la sociedad de estos chicos. Oyendo hablar a gente de este programa uno tiene la sensación de que para las instituciones son una suerte de especímenes de laboratorio que son engordados y observados esperando obtener algo a partir de ellos. El objetivo no parece ser lograr que cada cual se desarrolle conforme a sus capacidades y acabe encontrando su lugar en la vida, sino exprimir sus capacidades para maximizar el retorno de la inversión efectuada en su educación. 

Hace tiempo recuerdo haber leído un reportaje en el que se entrevistaba a personas con un cociente intelectual altísimo de nuestro país. Siento no poder citar la fuente, porque es algo que leí hace muchísimo y no lo he logrado encontrar (creo que salió en El País Semanal; si alguien puede aportar la fuente se lo agradecería). Lo sorprendente de aquel artículo es que junto a algún científico la mayoría eran personas que habían optado por una vida "normal": algún docente, un taxista, el dueño de un pequeño negocio local... Todos ellos coincidían en su curiosidad y sus ganas de aprender continuamente, pero insistían en lo que les había costado encontrar su lugar en el mundo. El taxista comentaba que su objetivo era ser feliz en la vida y no consideraba prioritario autorrealizarse en el trabajo, sino en su tiempo de ocio, y por eso había decidido dejar el estrés de su trabajo anterior para hacerse taxista. Se trata de una decisión absolutamente respetable a la que cualquier persona, independientemente de su capacidad, debería tener derecho. Tener ambición y ser competitivo no debería ser obligatorio.

Con todo este tema se han puesto muchas veces como ejemplo los centros de alto rendimiento para deportistas. Me parece un ejemplo acertado. Cuando se habla de estos centros todo el mundo piensa en el deportista que llega a colgarse la medalla olímpica y alcanza la fama. Lo que nadie se para a pensar es en la cantidad de chicos que se quedan por el camino, que sacrifican su infancia, su adolescencia y, en ocasiones, su salud, corriendo detrás de un sueño que no van a alcanzar jamás. Triunfen o no triunfen, luego está el problema de qué hacer con estos deportistas cuando llegan a la treintena y se acaba su vida deportiva sin más habilidades que un deporte para el que ya no sirven. Los que tienen suerte se dedican al periodismo o la docencia deportiva, pero ¿y el resto? Las canteras juveniles de los grandes equipos de fútbol están llenos de sueños rotos y futuros peones de albañil.

Lo que subyace debajo de todo esto, lo que me parece a mí el punto fundamental de este debate es qué tipo de sociedad queremos. ¿Queremos ganar muchas medallas en las olimpiadas o conseguir que todo niño que quiera practicar un deporte, por minoritario que este sea, tenga los medios para hacerlo? ¿Queremos una sociedad a la americana, con multitud de premios Nobel pero índices de analfabetismo al nivel de países subdesarrollados y grandes masas de ciudadanos mediocres y manipulables? ¿O, en cambio, preferimos el modelo finlandés que, quizá, no tenga demasiados premios Nobel, pero que va a la cabeza de Europa en cuanto a índices lectores y de competencia matemática de sus ciudadanos?

Reflexionen sobre ello. La educación no debe tratarse a golpe de ideología y titular de prensa, sino desde el sosiego, la sensatez y el diálogo. Y de forma absolutamente prioritaria. Como dijo Concepción Arenal: "Abrid escuelas y se cerrarán las cárceles". Reflexionen. Y sean felices ;-)

6 comentarios:

elzo dijo...

Muy buen artículo. Coincido plenamente.

Sinclair dijo...

Gran síntesis. Un visión muy lúcida del asunto. Coincido totalmente

lopezsanchez dijo...

Me matiza Rebeca Ruiz con muy buen criterio que no le gusta el final de mi post:
"@lopezsanchez de todas formas, impugno el cierre: ¿a golpe de ideología o a golpe de consigna? Noslomismo."
Estoy de acuerdo. Mea culpa.

Anónimo dijo...

Gran post en el que estoy de acuerdo al 99%. El que escribimos en Amazings.es iba más en la linea de replicar a mucha gente que decía que los que somos mas listos no necesitábamos ayuda y que esta se debe invertir en los que más lo necesitan, los que no llegan a la media.

Yo tambien estuve a punto de colaborar en el programa de superdotados pero al ver la carga de trabajo desistí. Hubiera tenido que hacerme cargo no ya de esos informes que desconocía hasta que he leido el post, sino de la programación: objetivos, metodología... Yo, que no soy ni pedagogo ni maestro. Me parece un riesgo.

¿Sabia que en Murcia ya existe un programa para altas capacidades? Pero solo sale en la tele cuando Valcarcél mete la pata. Aguirre podría aprender de lo que se hace en Murcia: se mezcla a los de altas capacidades identificados en 1º y/o 2º ESO, nada de por nota, con los de diversificación curricular (bonito eufemismo) la mitad de las asignaturas y en tutoría durante 3º y 4º ESO. En Matemáticas, Lengua, Biología, FyQ y otra más se separan por niveles. Luego tienen un bachillerato más duro en el mismo centro dividido en "Ciencia y tecnología" y "Letras y ciencias sociales". En teoría tan duro como el "excelente" pero sin la rimbonbancia del nombre. Tienes a los de altas capacidades motivados y lo de diversificación tienen un modelo a seguir. Muchos que no hubieran podido seguir en bachillerato, lo consiguen o pasan a CF.

Por cierto "El Pais Semanal" del 13 de agosto del año 2000. Si quieres el artículo completo te lo puedo enviar.

Txema dijo...

Soy TxemaCG, que no me deja postear como mi cuenta Google pero me ha dejado hacerlo como Anónimo.

lopezsanchez dijo...

Me encanta tu comentario, Txema, entre otras cosas porque significa que se me ha entendido bien. Durante años me he quejado de que la atención a la diversidad sólo se entendía hacia abajo, hacia los que no llegan por una u otra razón, cuando debería hacer honor a su nombre a atender a todo el que, por arriba o por abajo, se sale de lo habitual.
Pero soluciones como las que se están barajando estos días para mí sólo vienen a empeorar el problema.
Un saludo y enhorabuena por lo que estáis haciendo en Amazings.es. Es de lo mejorcito de la red.